martes, 14 de agosto de 2018

TAMIZ


Escribir es hacer 
dos series. La primera 
la imaginás: comienzos 
que no cuajan, atisbos 
que duran un segundo 
y que se desvanecen 
porque son malos. Arde 
esta serie, abortada 
cada vez que, sentado 
a la mesa, intentás 
otro poema. La otra 
es lo que se formó, 
lo que vale. Lo chirle 
que te callás es un 
maremágnum de gnomos 
que aplastás cuando irrumpen 
de una fontana límpida 
tu ideal, sus canciones. 

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