sábado, 15 de septiembre de 2018

(s/t)


Al final se reducen 
tus versos a la esfera 
para nada ambiciosa 
de lo que suelen dar 
los lugareños: agua 
para cualquier viajero, 
una sombra al costado 
de la ruta, y el virgen
paisaje en que el adobe 
se mezcla con el fondo 
de las piedras y arbustos. 
Tu campo, poesía, 
para los perseguidos
por la Ciudad, que crece 
y que niega el verdor. 

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