(s/t)
Al final se reducen
tus versos a la esfera
para nada ambiciosa
de lo que suelen dar
los lugareños: agua
para cualquier viajero,
una sombra al costado
de la ruta, y el virgen
paisaje en que el adobe
se mezcla con el fondo
de las piedras y arbustos.
Tu campo, poesía,
para los perseguidos
por la Ciudad, que crece
y que niega el verdor.
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