GOTA A GOTA
Contemplo cada tarde
los autos cuando pasan.
Es el paisaje nuestro,
ingobernable, indigno.
Eso, y los libros. Miles
de páginas pasando,
pero más lentamente:
y se elevan, y se hunden.
Tiempos distintos: una
fugacidad ajena,
temible, y otra dócil,
natural. Moriré,
me uniré a un mar de orillas
invisibles y roncas.
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